Venezuela: Tímida oposición ayuda a Maduro
Legitiman al sucesor de Chávez y cubren un proceso electoral fraudulento
Venezuela dejó de ser una democracia liberal hace muchos años. La Suprema Corte del país y todo su sistema judicial se transformaron, mientras Hugo Chávez aún seguía con vida, en meros apéndices del partido chavista, el PSUV. Oficiales activos del ejército fueron elegidos como jueces, algo que ni siquiera los peores dictadores latinoamericanos osaron hacer.
Todos los medios masivos de comunicación, salvo pocos periódicos impresos tradicionales, han sido estatizados o vendidos a aliados del gobierno. Solo en los últimos dos años, más de 300 estaciones de radio pasaron a manos del gobierno, con lo cual durante la campaña para las elecciones municipales del 8 de diciembre, los candidatos de la oposición fueron prácticamente invisibles en los medios.
Líderes sindicales han sido encarcelados, exiliados o apaleados por hordas chavistas. La alguna vez poderosa Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV) es una cáscara vacía. Los empresarios no se atreven a hacer contribuciones a las campañas por miedo a que se vea afectado su acceso a la compra de moneda extranjera o a que sus negocios sean “ocupados”, una forma de confiscación sin retribución recientemente inventada por el régimen.
Las conversaciones privadas de los líderes de la oposición fueron grabadas y sus contenidos revelados por altos funcionarios del gobierno en conferencias de prensa convocadas específicamente con ese objetivo. Los directores de campaña de los dirigentes de la oposición son acosados, atacados por matones del partido de gobierno e incluso detenidos por la Policía si realizan un trabajo demasiado efectivo.
Ese es el contexto en el cual se llevaron a cabo las elecciones ayer, en lo que solía ser una de las sociedades más abiertas y dinámicas del continente. La oposición merece ser reconocida por su valor y su duro trabajo. Es cierto que ganaron más posiciones que en las ultimas elecciones, o al menos eso creen. Pero la verdad, es que les permitieron ganar bancas y algunas alcaldías, porque ese resultado servía a Maduro.
Mientras la oposición celebra, los secuaces de Maduro en el Consejo Nacional Electoral (CNE) anunciaron que el partido de gobierno y sus aliados, a pesar de perder muchas alcaldías y miles de escaños en los Consejos Municipales, aún se las arreglaron para vencer a la oposición en el número total de votos, aventajándola por nueve puntos porcentuales. Ésta era la estadística clave que Maduro quería como resultado de la elección. No tiene ningún interés en las alcaldías o los consejos municipales. Solo quería probar al mundo que puede cosechar la mayoría en una votación nacional, acallando así los argumentos de la oposición que sostienen que ostenta un cargo ilegítimo al robar las elecciones presidenciales de abril de este año.
Maduro no se preocupa por los nuevos alcaldes dado que sabe que éstos tienen los días contados. El régimen ha estado ocupado creando una estructura paralela a los gobiernos municipales formales, a través de un arreglo inconstitucional decretado por Chávez llamado “Ley de Comunas”. A través de estos acuerdos, los gobiernos municipales están siendo anulados a través del reparto de fondos por parte del Gobierno Nacional y muchas de sus responsabilidades están siendo usurpadas. Se ideó también un sistema similar con el fin de quitar todo el poder real a los gobernadores electos a nivel de los Estados.
Increíblemente, los líderes de la oposición continuan comportándose como si Venezuela fuera Suiza y la victoria a través de las urnas fuera una posibilidad real. Una y otra vez, los opositores llaman a sus seguidores a “respetar el proceso” sin importar su evidente corrupción. Una y otra vez han llamado a sus seguidores a no transformar su enojo y frustración en actividad en las calles. En el año 2002, cuando Chávez fue brevemente separado del poder por sus propios generales acólitos, los líderes de la oposición pidieron a sus seguidores que no tomaran las calles para enfrentarse a las manifestaciones pro-Chávez que sus partidarios organizaron para presionar a los militares.
En el año 2003, la oposición optó por creer la promesa de Chávez y finalizó la huelga nacional de tres meses aceptando la negociación dirigida por Jimmy Carter. Chávez violó los acuerdos posponiendo por casi dos años el referéndum presidencial. Cuando el referéndum se llevó a cabo, el proceso de votación fue abiertamente manipulado por el chavismo, y nuevamente la oposición indicó a sus seguidores no tomar las calles. Se siguió el mismo patrón luego de cada batalla y cada elección. Posteriormente a las elecciones presidenciales del mes de Abril de este año, y a pesar de haber protestado por el fraude electoral, nuevamente el candidato de la oposición, Henrique Capriles, pidió a sus seguidores que se quedaran en casa.
Muchos analistas en Venezuela se preguntan por qué, mientras en los países árabes la protesta en las calles de la población ha derribado gobiernos, en Venezuela la oposición ha descartado esa vía. ¿Podrían los moderados de Egipto haber tumbado a la Hermandad Musulmana si hubieran llamado a la población a quedarse en sus casas para evitar enfrentamientos violentos en las calles con grupos de la Hermandad? ¿Podría la población de Túnez o Libia haber cambiado algo quedándose en casa?
La verdad es que la oposición venezolana ha perdido su oportunidad en las pasadas elecciones presidenciales de abril, cuando era evidente que los resultados oficiales habían sido descaradamente manipulados (Maduro habría hecho creer al mundo que se las arregló para obtener más votos que aquellos cosechados por Chávez en cientos de los mismos centros electorales). Deteniendo la reacción natural de sus partidarios de salir a las calles para protestar por la manipulación evidente de los resultados, Capriles demostró carecer de una cualidad clave del liderazgo: el sentido de la oportunidad. Para usar el argot beisbolístico venezolano, Capriles jugó softbol mientras Maduro jugaba pelota dura.
Ahora, aceptando nuevamente las injustas reglas de juego de las autoridades electorales, los candidatos de la oposición consiguieron nuevos empleos y un salario estatal gracias a sus flamantes cargos en los municipios, pero ayudaron a Maduro a transformarse en el líder legítimo del país. El presidente debe estarles muy agradecido.
Los líderes de la oposición creen que tienen un plan para el largo plazo, que eventualmente puede producir un cambio en Venezuela. Luego de quince años de derrotas, uno se pregunta si habrán escuchado la famosa frase de John Maynard Keynes: “En el largo plazo, todos estaremos muertos”.
Por Enrique Standish en Lunes, diciembre 9, 2013
Legitiman al sucesor de Chávez y cubren un proceso electoral fraudulento
Maduro luciendo sudadera con los colores de la bandera cubana |
Venezuela dejó de ser una democracia liberal hace muchos años. La Suprema Corte del país y todo su sistema judicial se transformaron, mientras Hugo Chávez aún seguía con vida, en meros apéndices del partido chavista, el PSUV. Oficiales activos del ejército fueron elegidos como jueces, algo que ni siquiera los peores dictadores latinoamericanos osaron hacer.
Todos los medios masivos de comunicación, salvo pocos periódicos impresos tradicionales, han sido estatizados o vendidos a aliados del gobierno. Solo en los últimos dos años, más de 300 estaciones de radio pasaron a manos del gobierno, con lo cual durante la campaña para las elecciones municipales del 8 de diciembre, los candidatos de la oposición fueron prácticamente invisibles en los medios.
Líderes sindicales han sido encarcelados, exiliados o apaleados por hordas chavistas. La alguna vez poderosa Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV) es una cáscara vacía. Los empresarios no se atreven a hacer contribuciones a las campañas por miedo a que se vea afectado su acceso a la compra de moneda extranjera o a que sus negocios sean “ocupados”, una forma de confiscación sin retribución recientemente inventada por el régimen.
Las conversaciones privadas de los líderes de la oposición fueron grabadas y sus contenidos revelados por altos funcionarios del gobierno en conferencias de prensa convocadas específicamente con ese objetivo. Los directores de campaña de los dirigentes de la oposición son acosados, atacados por matones del partido de gobierno e incluso detenidos por la Policía si realizan un trabajo demasiado efectivo.
Ese es el contexto en el cual se llevaron a cabo las elecciones ayer, en lo que solía ser una de las sociedades más abiertas y dinámicas del continente. La oposición merece ser reconocida por su valor y su duro trabajo. Es cierto que ganaron más posiciones que en las ultimas elecciones, o al menos eso creen. Pero la verdad, es que les permitieron ganar bancas y algunas alcaldías, porque ese resultado servía a Maduro.
Mientras la oposición celebra, los secuaces de Maduro en el Consejo Nacional Electoral (CNE) anunciaron que el partido de gobierno y sus aliados, a pesar de perder muchas alcaldías y miles de escaños en los Consejos Municipales, aún se las arreglaron para vencer a la oposición en el número total de votos, aventajándola por nueve puntos porcentuales. Ésta era la estadística clave que Maduro quería como resultado de la elección. No tiene ningún interés en las alcaldías o los consejos municipales. Solo quería probar al mundo que puede cosechar la mayoría en una votación nacional, acallando así los argumentos de la oposición que sostienen que ostenta un cargo ilegítimo al robar las elecciones presidenciales de abril de este año.
Maduro no se preocupa por los nuevos alcaldes dado que sabe que éstos tienen los días contados. El régimen ha estado ocupado creando una estructura paralela a los gobiernos municipales formales, a través de un arreglo inconstitucional decretado por Chávez llamado “Ley de Comunas”. A través de estos acuerdos, los gobiernos municipales están siendo anulados a través del reparto de fondos por parte del Gobierno Nacional y muchas de sus responsabilidades están siendo usurpadas. Se ideó también un sistema similar con el fin de quitar todo el poder real a los gobernadores electos a nivel de los Estados.
Increíblemente, los líderes de la oposición continuan comportándose como si Venezuela fuera Suiza y la victoria a través de las urnas fuera una posibilidad real. Una y otra vez, los opositores llaman a sus seguidores a “respetar el proceso” sin importar su evidente corrupción. Una y otra vez han llamado a sus seguidores a no transformar su enojo y frustración en actividad en las calles. En el año 2002, cuando Chávez fue brevemente separado del poder por sus propios generales acólitos, los líderes de la oposición pidieron a sus seguidores que no tomaran las calles para enfrentarse a las manifestaciones pro-Chávez que sus partidarios organizaron para presionar a los militares.
En el año 2003, la oposición optó por creer la promesa de Chávez y finalizó la huelga nacional de tres meses aceptando la negociación dirigida por Jimmy Carter. Chávez violó los acuerdos posponiendo por casi dos años el referéndum presidencial. Cuando el referéndum se llevó a cabo, el proceso de votación fue abiertamente manipulado por el chavismo, y nuevamente la oposición indicó a sus seguidores no tomar las calles. Se siguió el mismo patrón luego de cada batalla y cada elección. Posteriormente a las elecciones presidenciales del mes de Abril de este año, y a pesar de haber protestado por el fraude electoral, nuevamente el candidato de la oposición, Henrique Capriles, pidió a sus seguidores que se quedaran en casa.
Muchos analistas en Venezuela se preguntan por qué, mientras en los países árabes la protesta en las calles de la población ha derribado gobiernos, en Venezuela la oposición ha descartado esa vía. ¿Podrían los moderados de Egipto haber tumbado a la Hermandad Musulmana si hubieran llamado a la población a quedarse en sus casas para evitar enfrentamientos violentos en las calles con grupos de la Hermandad? ¿Podría la población de Túnez o Libia haber cambiado algo quedándose en casa?
La verdad es que la oposición venezolana ha perdido su oportunidad en las pasadas elecciones presidenciales de abril, cuando era evidente que los resultados oficiales habían sido descaradamente manipulados (Maduro habría hecho creer al mundo que se las arregló para obtener más votos que aquellos cosechados por Chávez en cientos de los mismos centros electorales). Deteniendo la reacción natural de sus partidarios de salir a las calles para protestar por la manipulación evidente de los resultados, Capriles demostró carecer de una cualidad clave del liderazgo: el sentido de la oportunidad. Para usar el argot beisbolístico venezolano, Capriles jugó softbol mientras Maduro jugaba pelota dura.
Ahora, aceptando nuevamente las injustas reglas de juego de las autoridades electorales, los candidatos de la oposición consiguieron nuevos empleos y un salario estatal gracias a sus flamantes cargos en los municipios, pero ayudaron a Maduro a transformarse en el líder legítimo del país. El presidente debe estarles muy agradecido.
Los líderes de la oposición creen que tienen un plan para el largo plazo, que eventualmente puede producir un cambio en Venezuela. Luego de quince años de derrotas, uno se pregunta si habrán escuchado la famosa frase de John Maynard Keynes: “En el largo plazo, todos estaremos muertos”.
Por Enrique Standish en Lunes, diciembre 9, 2013